Te deje olvidado, acurrucado viendo la ventana. Estaba nublado pero a ti no te importaba, nunca te gusto el
clima templado; preferías quedarte en casa. Un par de gotas cayeron en el
porche y mojaron las plantas, en realidad era un huracán el que azotaba la
costa (eso se encontraba a miles de kilómetros y por eso no nos importaba
tanto). Era un grito ahogado el que nos mojaba. Sabes que adoro la lluvia, me
recuerda a mi niñez en la selva húmeda, donde llovía mucho ylos insectos se te subían a los pies. Me
recuerda al lodo que entraba a las casas y a los arboles chorreando a
borbotones. Aquí en cambio tenemos que esperar a que algún ciclón se forme en
el mar y que la pequeña tormenta tropical ascienda a la adultez, para ser tan
grande como para que uno de sus brazos apenas nos toque. Y así tener lluvia por
lo menos un par de días.
Te invite a salir, pero
preferiste quedarte. Abrí la puerta y salí al porche; atravesé la reja para
caminar por la avenida. Recordé que a ti no te conocí ni en la calle ni en la
lluvia: Fue en un café donde empezamos a saludarnos. Te recordé desde las
primeras palabras que sonaron de nuestras bocas, desde los primeros ejemplos de
cortesía. Pensar que éramos distintos. Ahora te buscaba, caminando sola por la
avenida, con los bolsillos llenos de agua y el cabello hecho un enjambre. Tal vez trate de encontrarme en ti, de la
misma manera en la que las cosas y las personas encuentran sus pasos reflejados
en los charcos. Ese fue el primer error, tratar de asimilar lo que es distinto.
Nunca te gusto extender tus
brazos y llenarte de lluvia. No al menos sin que ello tuviera alguna razón para
justificarlo. Siempre el raciocinio antes del tacto. No te iba hacer cosas solo
“porque sí”. Para ti era primero la pregunta y después la afirmación. Yo podía divertirme brincando en los charcos
y empapándome, como solía hacer cuando vivía en la península. Una lástima que
nunca te pude invitar a esos juegos de niños. Siempre tratabas de llevar tu
paraguas de cuadros bajo el brazo, no fuera ser que te mojaras y de ahí el
contraer gripa estaría a solo un paso. Contrario a lo que creías no relacionaba
los huracanes con un romance de película. Me gustaba la lluvia porque me
recordaba a mi infancia, a mí. Me recordaba a los barquitos de papel y sus
carreras en el pequeño riachuelo que se formaba en la calle. En una ciudad
donde recién había llegado, donde conocía poca gente, ese era mi único alivio.
Algo que podía hacer mío a mitad del desierto.
Aprendí a quererte, por tus
aptitudes, tus cualidades y tus defectos. Ya sabes, todo aquello que nos hace
ser personas. No niego que quede algo deslumbrada por aquel foco brillante que
representaba conocer a alguien de tu talla. Eras distinto al resto de las
personas con las que me había relacionado hasta aquel entonces. Te gustaba
platicar del jazz bebop y de Miles Davis o del porque creías que Rothko no
significaba nada, mientras los demás bostezaban y se dedicaban a tomar cerveza.
Pero es imposible vivir a base de brillos, de cosas que deslumbran. No
malinterpretes, no fue que me decepcionara. Simplemente las cosas se opacan por
reacción del tiempo. Hasta el sol tiene que extinguirse algún día.
Y tal vez ese sea el porqué del
que no esperaba del todo a que me acompañases hoy, caminando por esta avenida
tan húmeda y mojada. No sé si te pregunte por cortesía, sabiendo que habría un "no" como respuesta. Me conformo con saber que estas calientito en la cama,
cobijado y tomando chocolate caliente. Tal vez viendo una película de las que
tanto te gustan. Mientras yo decido continuar caminando, entre estas lozas
empapadas y la cantera rosada. Ahora solo queda esperar a que pase la lluvia, a que se esfumen las nubes y que de nuevo aparezca el
sol del desierto. A que las plantas se sequen y brillen al par de las gotas.Todo para comenzar de nuevo.
1 comentario:
nice post thanks for update
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