lunes, 26 de diciembre de 2011

A este se le borro el título



El mundo está jodido. Me lo dijo la noche entre palabras que suelta el viento y susurros que calla el día. Lo sé, este maldito mundo está jodido. Ayer en la noche vi como un joven vendía un puñado de panes rellenos de azúcar esperando sacar dinero, tratando de quitarse este atormentador frio que cala hasta los huesos. Iba cruzando la calle, esperanzado en que cualquier transeúnte soltara su billetera y que por el módico precio de 25 pesos comprara uno de sus buñuelos. Con el cabello enredado y las ropas sucias y desgastadas el recorría esa apestosa calle consultando entre los paseantes si no se les antojaba un pedacito de pan. Yo me limitaba a verlo, sentada desde la conformidad que la  silla de plástico roja me brindaba, donde comía un hot dog caliente. Así es como va la hipocresía. Quejarte de algo y después nada: sumergidos en esa conformidad que nos da el “calor” del hogar; el entretenimiento hueco del internet o de la tele, perdidos en nuestras evasiones o divagaciones. Pensando que el mundo podría ser menos putrefacto, pero sin la voluntad de mover ni un solo dedo. Así es como funcionan las cosas: Ver a través de la malla, pero jamás conscientes. Jamás tan sensibles. Dejando que el chico se mueva a su suerte, con los panes duros y fríos como su piel. Mientras tanto yo escribo. Despejándome de cualquier culpa, pero igual de culpable que ustedes. Este mundo esta jodido: por ti, por mí y por todos.  Jodido porque dejamos que los demás se lo chinguen. Igual de culpables que ellos. 



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