miércoles, 17 de noviembre de 2010

La Lluvia

*Dedicado al más ocioso de mis amigos


Todo comenzó en una tarde nublada, con los ánimos cubiertos de agua. Recuerdo bien que buscábamos deshacernos en la lluvia. Ambos llegamos a la plaza con la ropa empapada, filtrándose las gotas hasta llegar a nuestras pesadas almas. Más de diez veces recorrimos aquella vieja fuente, orillados por esa decembrina melancolía, que sirvió de pretexto para componer algunos hilos de palabra.

Fue en una plática impregnada del espíritu de noviembre cuando lo lejano de nuestros andares chocaron en el mismo punto. Entonces, sin darme cuenta, las pisadas empezaron a producir el mismo eco. El señor destino, en uno de sus tantos trucos, término por ponerme al lado de un ser humano, cuya cubierta indistinta resguardaba intacto ese interior, que por momentos era capaz de reflejar mi rostro.

Se necesitaba de una depresión atmosférica para que terminara conociendo (más bien desentrañando) los secretos de aquel muchacho, ya no el mismo de hace dos años. El trayecto de nuestras miradas terminaba en el mutuo entendimiento…

1 comentario:

Anónimo dijo...

me has dejado sin palabras jaja t rifaste (Y)